No he jugado ninguna final de la Champions pero a lo largo de mi carrera he disputado varios partidos de importancia y sé por lo que pasarán los jugadores del Barça y la Juventus a la espera de enfrentarse en la gran final de Berlín.
En 2002 jugué las semifinales de la Champions con el Manchester United contra el Bayer Leverkusen; en 2006, con el Villarreal contra el Arsenal; en 2010, las finales de la Europa League y la Supercopa, y ese mismo año la semifinal del Mundial contra Holanda.
No estaba nervioso antes de estos partidos –si te dejas dominar por los nervios difícilmente consigues llegar a ser un gran futbolista– pero sí ansioso. Es necesario hallar la manera de controlar tus emociones antes de una final y dejar de pensar en el entusiasmo y agitación de los aficionados.
El pasado martes, Javier Mascherano dijo que él y sus compañeros de equipo no estaban envueltos en la euforia que ha invadido al Barça tras ganar hasta el momento los títulos de Liga y Copa. Los jugadores pueden controlar sus emociones pero para ello hay que centrarse y mantener la calma.
La noche antes del encuentro cenaba con el equipo. Hablábamos un poco sobre el partido que íbamos a disputar pero éste no era el único tema de conversación. Charlábamos relajados como cualquier grupo de amigos.
Hablábamos de algún personaje al que todos conocíamos y que había viajado para asistir al partido y animarnos –desde Uruguay, por ejemplo– o comentábamos los resultados de otros partidos.
Vives en una burbuja. A veces estás en un sitio espectacular como Ciudad del Cabo, donde disputamos el partido contra Holanda, pero no tienes tiempo de hacer turismo. Estás en el hotel y cuánto más lejos de las zonas turísticas, mejor aunque es prácticamente imposible mantenerse totalmente aislado del exterior.
Después de cenar me iba a la habitación que compartía con Diego Lugano aunque él no estaba porque le gustaba darse un masaje por la noche. Cada jugador tiene sus planes. Unos aprovechaban para llamar a sus hijos, otros jugaban a las cartas o escuchaban música. El entrenador confiaba en que haríamos lo mejor.
Yo personalmente prefería estar solo. Llamaba a mi familia y después apagaba el teléfono, el televisor e Internet, e intentaba leer algo. Y digo «intentaba».
A veces es imposible concentrarse en las palabras por mucho que las leas una y otra vez. En 2010 me puse a ver la serie de televisión Mentes criminales hasta la una de la madrugada. Solo así conseguí desconectar. Luego dormí ocho horas, no más porque luego cuesta hacer una siesta antes del partido.
El día del partido desayunábamos –a mí me gustaba tomar piña, zumo de naranja natural, tostadas y un yogur– y luego realizábamos algunos ejercicios de calentamiento y estiramiento en una de las salas funcionales del hotel. De vez en cuando entraba algún huésped despistado que se sorprendía al encontrarse con treinta tipos haciendo estiramientos.
En el vestíbulo del hotel solía haber aficionados de los que intentaba mantenerme alejado antes del encuentro. No me importaba si de camino al ascensor alguien me pedía un autógrafo o una foto pero la mentalidad de los fans es diferente antes de un partido. Intentaba por todos los medios mantener la mente despejada, libre de distracciones.
Tomaba una ducha y me reunía de nuevo con el equipo para tomar un almuerzo ligero. Después echaba una siesta en la habitación y finalmente comíamos algo antes del partido –algo así como un plato de espaguetis aliñados con un chorrito de aceite y un poco de queso. Y si decidía comer pollo, entonces era a la plancha, nunca frito. Los nutricionistas aconsejan comer cinco o más porciones de frutas o verduras al día. Yo tomaba al menos diez.
Luego el entrenador nos daba la charla previa al partido, volvíamos a la habitación para cambiarnos y salíamos listos para marcharnos. A la salida del hotel veíamos a todos los aficionados esperando para despedirnos y entonces nos invadía una descarga de adrenalina.
A veces reconocías a algún miembro de la familia o amigo entre la multitud, un rostro que te recordaba el deseo de querer ganar para la afición. Una vez en el estadio, te centras en el partido –concentrado, decidido y seguro de estar bien preparado.
Los equipos de este sábado tienen experiencia en este tipo de rutina. Las variables aparecen cuando empieza el partido.
Si las cosas salen según lo previsto, el Barça ganará puesto que cuenta con el mejor equipo y lo sabe. Sin embargo, el fútbol es imprevisible y es por eso que me encanta.
¿Recordáis la final de la Champions 2006 que estuve a punto de jugar? El portero del Arsenal fue expulsado tras 18 minutos de juego; aun así su equipo dominó el partido y defendió hasta los últimos 15 minutos del encuentro, cuando el Barça finalmente consiguió agotar al equipo inglés y marcó dos tantos en cinco minutos. En los partidos de nivel superior los márgenes son muy justos.
Tras el partido toca celebrar o reflexionar. Yo solía mirar en la tele la reacción de los fans, especialmente cuando jugaba para la selección uruguaya. Ahora vuelvo a ser un aficionado como cuando era un adolescente.
Este verano vivir la Copa América como espectador, después de tantos años como jugador, viviré esta gran competición como espectador pero estoy impaciente. Sin embargo, primero la final de este sábado.
La predicción de Diego para la final de la Champions
El Barcelona parte como favorito porque en estos momentos es el mejor equipo del mundo. Tiene que ganar. Juega bien y Messi es increíble. Todo el mundo habla del gol que marcó en la final de la Copa del Rey contra el Athletic de Bilbao. Pero no descartéis a la Juventus. El conjunto italiano cuenta con muy buenos jugadores, una defensa excelente y mucha experiencia. Ya eliminaron al Real Madrid y, como muy acertadamente dijo Massimiliano Allegri, no hay mejor momento para vencer al Barça que en un partido puntual como este. Pero el Barça tiene algo más y creo que ganará.
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